martes, 29 de septiembre de 2009

Semejanzas literarias (I)

Muchas veces he dicho que nunca quise ser ni Wendy ni Campanilla sino Tigrilla, la princesa india. Eso en una de las poquísimas historias en las que me identifico con un personaje femenino. Otra es la que fue mi libro favorito de peque (antes de Poe) y sí, hubo un tiempo en que fui una niña, me ponían vestidos y pretendían que resultara una señorita: Mujercitas. Bueno, antes estaban los de los cinco y George que llevaba el pelo corto y no era como la tonta de la otra que siempre estaba haciendo la comida y, encima, era rubia. Pero yo era Jo. Leía, tenía amigos con o y, mientras a las otras niñas les decían que eran guapas, a mí me decían que tenía un pelo muy bonito. El profesor alemán que tocaba el piano nunca llegó y, bueno... tampoco nadie me ha publicado nunca nada. Hace años y años y años (y años) que no hablo con el que entonces pensaba que era Laurie pero hace poco todavía me dijeron poco menos que aquello de "tu cabello, tu cabello, tu única belleza".

Sin embargo, tengo nombre ficticio (fotologs, facebook, tumblr) de nínfula de Poe. Poe fue mi primer amor y ese poema fue el último que escribió. Además, Ligeia (mi cuento favorito) ya estaba pillado y Ulalume también. Mi primer blog ya tenía como url lo del once upon a midnight dreary y Lenore era repetitivo (dice la que es Annabel Lee en todas partes). Todas estan muertas. Lo de estar muerta era fundamental. Por circunstancias varias (como lo de tener cuatro años menos la primera vez que leí sobre su existencia), nunca conseguí pensar en Virginia Clemm como nínfula pero supongo que también le falta el componente maligno. Las nínfulas son efímeras y fascinantes. Casi tanto como la rosa del Principito. Y en éste no soy ni Principito ni rosa sino el zorro. Quien gana sólo por ser domesticado y por el color del trigo. A ratos, sólo a ratos, el aviador. Y yo tampoco sé dibujar.

La vida es de los otros y yo quiero un profesor alemán que toque el piano.

Y se me acaba la batería de Gregor. Sean buenos. Ni releo.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Anoche soñé que volvía a Manderley

Realmente no, pero ayer pasé casi todo el día leyendo Rebecca, tomando té y escuchando a Marlene Dietrich.

También ejercí la misantropía desde mi sofá y decidí por enésima vez dar la razón a Sartre en lo de que el infierno son los demás. Afortunadamente los demás estaban fuera y yo estaba aquí. Con Folerpa, con mis latas de té y con Marlene. Y con un libro. Hay días que no importa cuál sea el libro, simplemente tiene que haber uno. Como aquellos fines de semana, cuando estaba en la residencia y bajaba a comer a última hora (o ni bajaba) pero pasaba el resto del tiempo tomando té y leyendo. Socializar no es malo, el alcohol es bueno, pero no hay nada mejor que estar solo con un libro. Si se tiene una gata, mejor.

Últimamente priorizaba demasiado las obligaciones académicas y las relaciones sociales. O tenía que estudiar o alguien me llamaba (o las dos cosas). Ni siquiera tomaba el té por litros como de costumbre.

Cualquier día me tomo en serio lo de opositar (cualquier día llegará pronto) y tengo que sacar cuatro asignaturas para licenciarme en Filología Portuguesa (que espero aprobar entre la convocatoria extraordinaria de diciembre y la de febrero y, desde luego, no después de junio) pero también tengo que leer por placer y como si eso fuera lo único que importara. Es lo único que importa. Leer fue siempre lo que más me gustaba.

¿Qué hago aquí? Me voy a seguir con Rebecca. O con cualquier otro. Se lee como se es y yo soy desordenada e impulsiva. Y voraz. Como dice Jose, acentuando el "un poquito", "un poquito bipolar". Si sólo fuera un poquito...

También voy a hacer la comida, que son las tres y media de la tarde.

(No, no es un post que a nadie le interese pero, como dice el perfil -cambio de perfil como de bragas últimamente- el blog es mío y hago con él lo que me da la gana. O algo parecido)


martes, 15 de septiembre de 2009

Reflexiones telegráficas de los últimos tiempos

Ahora que (casi) no tengo vida académica, puedo aprender lo que quiera.

Las relaciones humanas serían mucho más fáciles si fuéramos todos pececitos de colores.

Mi vida la dirige Isabel Coixet y no quiero. Me cae mal.

Exijo que mi vida deje de ser dirigida por Isabel Coixet (o Sophia Coppola, o alguna petarda así) y pase a hacerlo Eric Rohmer. Sí, Rohmer.

Sigo siendo una decepción para mi señor padre pero ha empezado a dejar de importarme.

¿Por qué no podemos crecer en el campo como las margaritas?

Hay gente a la que quieres demasiado para pelearte con ellos para siempre.

Lo único casi equiparable al terror es el mar. Todo lo demás ocupa un segundo plano.

Que ya no vaya a doctorarme no quiere decir que ya no me gusten la Edad Media o la literatura artúrica.

Mi abandono del doctorado y la reacción familiar podría ser convertido en una obra maestra por Phillip Roth.

El otro día vi por fin Je vous salue, Marie y no me gustó. No hay nada que me resulte más frustrante que hincar el diente a una historia (libro o película) con ganas y que no me guste.






Y que sigue habiendo media docena de personas (aprox) con las que siempre es un placer estar y que darían un buen momento Eric Rohmer. Eric, ven. Dirígeme.










sábado, 5 de septiembre de 2009

Andrómeda


(Poynter)


(Doré)


(Delacroix)


(Palma -el Joven-)


(Rubens)


(Rubens)


La primera estaba en mi libro nuevo de pintura victoriana que, entre unas cosas y otras, sólo he podido mirar por encima. El fin de semana pienso consagrárselo al señor Roth, al menos la mayor parte del tiempo. Sean buenos.