domingo, 5 de octubre de 2014

Como estoy desconocida, estoy leyendo a Beatriz Preciado

Algunos códigos semiótico-técnicos de la feminidad pertenecientes a la ecología política fármaco-pornográfica:
 
Mujercitas, el coraje de las madres, la píldora, cóctel hipercargado de estrógenos y progesterona, el honor de las vírgenes; La bella durmiente, la bulimia, el deseo de un hijo, la vergüenza de la desfloración; La sirenita, el silencio frente a la violación; Cenicienta, la inmoralidad última del aborto, los pastelitos, saber hacer una buena mamada, el Lexomil, la vergüenza de no haberlo hecho todavía; Lo que el viento se llevó, decir no cuando quieres decir sí, quedarse en casa, tener manos pequeñas, los zapatitos de Audrey Hephurn, la codeína, el cuidado del cabello, la moda, decir sí cuando quieres decir no, la anorexia, el secreto de saber que quien te gusta realmente es tu amiga, el miedo a envejecer, la necesidad constante de estar a dieta, el imperativo de la belleza, la cleptomanía, la compasión, la cocina, la sensualidad desesperada de Marilyn Monroe, no hacer ruido al pasar, no hacer ruido al comer, no hacer ruido, el algodón inmaculado y cancerígeno del Tampax, la certitud de la maternidad como lazo natural, no saber gritar, no saber pegar, no saber matar, no saber mucho de casi nada o saber mucho pero no poder afirmarlo, saber esperar, la elegancia discreta de Lady Di, el Prozac, el miedo a ser una perra calentona, el Valium, la necesidad del string, saber contenerse, dejarse dar por el culo cuando hace falta, resignarse, la depilación justa del pubis, la depresión, la seda, las bolsitas de lavanda que huelen bien, la sonrisa, la momificación en vida del rostro liso de la juventud, el amor antes que el sexo, el cáncer de mama, ser una mantenida, que tu marido te deje por una más joven…

Algunos códigos semiótico-técnicos de la masculinidad pertenecientes a la ecología política fármaco-pornográfica:

 
Río Grande, el fútbol, Rocky, llevar los pantalones, saber dar una hostia cuando es necesario; Scarface, saber levantar la voz; Platoon, saber matar, los medios de comunicación, la úlcera de estómago, la precariedad de la paternidad como lazo natural, el buzo, el sudor, la guerra (aunque sea en versión televisiva); Bruce Willis, la Intifada, la velocidad, el terrorismo, el sexo por el sexo, que se le levante como a Rocco Siffredi, saber beber, ganar dinero, Omeoprazol, la ciudad, el bar, las putas, el boxeo, el garaje, la vergüenza de que no se te levante como a Rocco Siffredi, el Viagra, el cáncer de próstata, la nariz rota, la filosofía, la gastronomía, tener las manos sucias, Bruce Lee, pagar una pensión a tu ex mujer, la violencia doméstica, las películas de horror, el porno, el juego, las apuestas, los ministerios, el Gobierno, el Estado, la dirección de empresa, la charcutería, la pesca y la caza, las botas, la corbata, la barba de dos días, el alcohol, el infarto, la calvicie, la fórmula 1, el viaje a la Luna, la borrachera, colgarse, los relojes grandes, los callos en las manos, cerrar el ano, la camaradería, las carcajadas, la inteligencia, el saber enciclopédico, la obsesión sexual, el donjuanismo, la misoginia, ser un skin, los serial-killers, el heavy-metal, dejar a tu mujer por otra más joven, el miedo a que te den por el culo, no ver a tus hijos después del divorcio, las ganas que te den por el culo...

Antes pensaba que solo los que éramos como yo estábamos bien jodidos. Porque no somos ni seremos nunca ni mujercitas ni héroes de Río Grande. Ahora sé que en realidad todos estamos bien jodidos, no seremos nunca ni mujercitas ni héroes de Río Grande.




De las páginas 91-92 de Testo Yonqui.

jueves, 24 de julio de 2014

Una Melusina de un señor que no conocíamos de nada que se llama Julius Hübner



miércoles, 2 de julio de 2014

Armadillo

Una, que es intensita, usa siempre la misma metáfora sobre el armadillo ("mi animal totémico", dice, porque también es cursi). El armadillo, según este cuento de Kipling, nace cuando la tortuga intenta hacerse una bola y el erizo tener caparazón para engañar al jaguar, que intentaría por todos los medios poner cualquiera de los dos boca abajo para abrirles la barriga de un zarpazo. Podría buscar el libro donde viene, que se llama Sólo cuentos (para niños) y decir exactamente con qué edad lo leí, pero era muy pequeña. La cuestión es que hace unos años, cuando estaba mal, mal, mal por da igual qué cosa relativa a quién, empecé a contar que era como un armadillo, encerrada en mi bolita y que de vez en cuando me ponía boca arriba con la barriguita blanda y débil (la barriguita del armadillo, la mía no es -ita) expuesta, pese al riesgo de recibir un zarpazo. Normalmente la gente a la que te muestras en toda tu vulnerabilidad no aprovecha para pegarte el zarpazo, pero siempre hay alguno que sí que lo hace. Y otros a quienes tienes que explicarles que el despliegue es para que, por favor, te acaricien, despacito. Que te pueden pegar, pero sin matarte, sin abrirte la barriguita en canal. Que no quieres vivir dentro de un caparazón ni tras un muro pero que no tienes términos medios y que o enseñas todo o te repliegas; o pones barreras o das facilidades para que te lastimen.

El sistema, que una es práctica  a su manera, tiene sus ventajas: una de las no menos importantes es que sabes más o menos rápido quién te va a hacer daño y por dónde (ah, las facilidades se las has dado tú) pero, sobre todo, quién no, nunca. O casi. Y a veces falla, te haces una bolita durante años, te arrastras lo que puedes cuando no estás rodando y esperas a que se pase. La bolita es cómoda y calentita: se puede leer dentro de ella (se lee mucho cuando uno está hecho una bolita o se ve Buffy completa), tiene una acústica envidiable en la que no entra el ruído de fuera y se puede asomar la cabecita fuera el tiempo suficiente para que la mayor parte de la gente no note nada.

Y una es también de natural abierto y tiende más a quedarse desprotegida, por lo que lo de poder cerrarse por completo en un abrir y cerrar de ojos no es tampoco una ventaja desdeñable.

Pero tiene una desventaja importante e innegable: uno cuando pasa mucho tiempo en su caparazoncito esférico (no sé si logro transmitir lo fascinante que me resulta lo de poder rodar sin salir del caparazón-burbuja, si no quieres vivir), se afila las garritas. Y hasta un zarpazo de armadillo hace daño.